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Un canto a la “Virgen Bombardeada” de Nagasaki

Masashi Nagashima _Profesor titular Universidad de Sofía, Tokio

Introducción

A comienzos del siglo 21, el 23 de septiembre de 2001, un canto a la “Virgen Bombardeada” fue ejecutado por primera vez en la catedral de Nagasaki, un templo de significado histórico para la cristiandad. La obra fue ejecutada por la Camerata Kobe, un grupo que se dedica a hacer revivir en el presente la herencia musical del canto gregoriano y de la musica religiosa tanto del Medioevo como del Renacimiento.
Durante la ejecución, la santa imagen de la “Virgen Bombardeada” estaba ligeramente iluminada en la parte derecha del escenario. Mientras la musica fluía a través de la nave principal de la catedral los presentes fueron sobrecogidos por un profundo y religioso silencio. Es necesario precisar que hasta la fecha relativamente pocas personas estaban conscientes de la existencia de esta imagen en la catedral y aun menos la habían visto. Esta estatua de la “Virgen Bombardeada” es, sin embargo, el símbolo mismo de la plegaria por la paz de los habitantes de Nagasaki que sufrieron el drama de la bomba atómica.

Urakami, una tierra cristiana

En la mitad del siglo XVI, un misionario español llamada Francisco Javier llega a Japón y de inmediato empezó su evangelización en el oeste del país y muy particularmente en la isla de Kyushu, en Nagasaki y en sus alrededores.( Los primeros cristianos eran llamados “Cristans” por los japoneses quienes habían oído la palabra de boca del los portugueses) En una primera etapa fueron bien acogidos pero la dinastía Shogun pronto les tuvo desconfianza y empezó a perseguirlos con el resultado que muchos de estos primeros cristianos terminaron siendo mártires. Las persecuciones fueron tan sistemáticas que pronto se creyó que el cristianismo había sido erradicado del Japón.
Sin embargo, y contrariamente a toda expectativa, el cristianismo sobrevivió durante más de 7 generaciones, es decir, 250 años exactamente, hasta 1865. Esto fue particularmente cierto en Urakami y en el distrito de Goto. La llegada de los “barcos negros” del almirante americano Perry, puso fin al largo periodo de aislamiento de Japón y en los cinco años siguientes varios tratados comerciales fueron firmados entre la nación nipona y los países occidentales.
Distintos lugares fueron asignados a los extranjeros para establecerse y practicar libremente su religión e incluso se les permitió construir varios de sus templos sagrados: Las iglesias. La primera fue construida sobre una colina a la vista de todos en Oura. Dicha iglesia fue terminada el año siguiente. La admiración generada por la elegancia de la arquitectura le valió incluso ser declarada patrimonio cultural de la nación. La gente de la epoca la llamaba “El templo Francés”.
La fama de esta iglesia y del sacerdote que la había construido se divulgó rápidamente por toda la región y terminó llegando a Urakami. Unos meses más tarde, en 1865, un pequeño grupo de más de diez hombres y mujeres viajaron de Urakami a Oura. Cuando llegaron a la iglesia de Oura encontraron un sacerdote que estaba rezando. Una de la mujeres del grupo se le acerco y le dijo: “Padre, estamos con Usted de corazón, somos de la misma fe” y le preguntó: ¿Dónde está la imagen de la Santa Virgen?
Con estas simples palabras la mujer acababa de revelar al mundo que los cristianos de Urakami habían conservado su fe durante 250 años en total secreto.
Sin duda alguna, esto fue un hecho único en la historia de la cristiandad. No obstante, nunca imaginaron que en el momento mismo en el cual ellos y su pastor miraban con esperanza al futuro tendrían todavía que enfrentar las penas de una última persecución.
Esta última persecución fue decretada por el gobierno Meiji y fue llamada “la Cuarta destrucción de Urakami”. Se acusaba a los cristianos de “perturbar el curso natural de las costumbres y de la vida en los pueblos donde vivían”. La totalidad de los 3394 creyentes de Urakami fueron deportados al oeste de Nagoya y divididos en 20 clanes. Posteriormente, fueron encarcelados y cruelmente torturados. Sin embargo, esta persecución fue objeto de severas protestas por parte de los gobiernos occidentales y el gobierno Meiji, temiendo consecuencias negativas para los nuevos tratados comerciales revirtió su política.
La prohibición del cristianismo fue abolida en 1873 (el sexto año de la era Meiji) lo cual puso término a 259 años de persecuciones. No obstante, 660 del los prisioneros nunca regresaron a su tierra y fueron declarados mártires. Entretanto, los que pudieron regresar hicieron caso omiso de su fatiga y de su deteriorada salud y emprendieron de una vez la reconstrucción de su templo. La reconstrucción fue iniciada en 1865 bajo la guía de un padre francés pero los trabajos tuvieron que abandonarse por un tiempo debido a dificultades financieras. De hecho, el padre francés que había iniciado la reconstrucción murió por exceso de trabajo. El fue remplazado por un padre belga que reinicio los trabajos, los cuales terminaron treinta años mas tarde. La catedral de Urakami se tornó pronto en el orgullo de la población como la primera catedral de Oriente. El sonido de una gran campana importada de Francia llenaba el cielo marcando las horas de la mañana, del mediodía y de la noche.

Santa María y la catedral de Urakami

Por muchas generaciones, el más intenso deseo de los cristianos de Urakami fue construir su catedral sobre la colina del pueblo. La razón era muy simple: Durante todos los años en los cuales tuvieron que practicar su religión en la clandestinidad, esta colina había sido el teatro de una singular ceremonia.
Los sospechosos de ser cristianos eran forzados, bajo la mirada vigilante de las autoridades, de pisar las imágenes sagradas. Los que rehusaban se delataban a si mismo exponiéndose a una muerte segura. Precisamente para evitar ser masacrados el día de la ceremonia, ellos se lavaban cuidadosamente los pies y procuraban, en la medida de lo posible no pisar el rostro de sus santos mientras rogaban a Dios que les perdonara su sacrilegio. Esta ceremonia equivalía a una profunda tortura moral para estos creyentes quienes no podían revelar su fe. Luego, cuando regresaban a casa, solían rezar a la Virgen para recibir su bendición y obtener el perdón por su pecado. (Garaza, gracia como decían los portugueses) siempre a la Santa Virgen. (Conchirisen, como oían de los portugueses) Estos rezos se repetían cada año en la fecha en la cual esta ceremonia se celebraba, lo cual era cerca del año nuevo.
Esta era la razón por la cual los creyentes querían que la catedral fuese construida sobre esta colina para poder elevar sus plegarias al cielo desde el mismo lugar donde tanto habían sufrido sus antepasados. La construcción fue terminada, según sus deseos, en 1925 pero a pesar de que las torres no estaban todavía terminadas la iglesia había sido dedicada a la Santa Virgen en 1914. La devoción a la Virgen era muy común en esta epoca pero tenía un significado particular para los fieles de Urakami. Este significado muy particular derivaba precisamente del hecho de que durante todos los años en los cuales tuvieron que practicar su fe en la clandestinidad es precisamente a la Santa Virgen que pedían la bendición e imploraban la absolución de sus pecados. Los devotos de la época no disponían de ninguna imagen de Santa María y por esta razón rezaban frente a una imagen de la Diosa de Bondad del Budismo. Un podría preguntarse si la extraordinaria devoción que los creyentes de Urakami portan al virgen no encuentra su origen en esta devoción alternativa a la Diosa de la Bondad.
¿Seria posible suponer que los vínculos entre el Budismo y el Catolicismo Romano nacieron de estos hechos singulares? Un pregunta que queda aun sin respuesta.
Sin embargo, no queda la menor duda que la Santa Virgen es el símbolo supremo de la Bondad, de la redención de los pecados y sobre todo su consagramiento como el sostén de los fieles impotentes a escapar de las torturas a las cuales eran sometidos.

Los orígenes de la “Virgen Bombardeada”

La estatua de Santa María estaba colocada en la parte más alta del altar de la catedral de Urakami. Era una estatua de madera de 2 metros de alto, hecha en Italia e inspirada en un famoso cuadro de Murillo, pintor español del siglo XVII.
La suerte de esta estatua de la cual solo la cabeza de 26 centímetros de alto y parcialmente quemada subsiste es realmente singular. Hoy en día, se puede ver en el ala derecha de la catedral de Urakami. La estatua casi desaparece para siempre como consecuencia de la explosión de la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial. La explosión quemó parte de la cara y dejo en el lugar de los dulces ojos de claros colores dos profundos huecos negros que evocan poderosamente la angustia que sigue flotando en el aire. Los que visitan la catedral y contemplan los restos de esta estatua están siempre profundamente conmovidos tanto por la estatua misma como por la historia casi milagrosa de su rescate.
El 9 de agosto de 1945 los fieles estaban preparándose para la celebración del día de Santa María que iba a tener lugar 6 días después. 28 de ellos se encontraban rezando a la Santa Virgen en la catedral, acompañados de dos sacerdotes. A la 11 y dos minutos de la mañana, la bomba atómica que había sido largada desde una altura de 9000 metros explotaba a 500 metros del suelo formando una bola de fuego que elevó instantáneamente la temperatura en la superficie el suelo, en un radio de 200 metros, a más de 9000 grados centígrados. Los 28 creyentes y los dos sacerdotes murieron instantáneamente y la catedral quedo reducida a un montón de escombros porque se encontraba a menos de 500 metros del centro de la explosión. La onda de choque, la radioactividad y la temperatura hicieron 150.000 víctimas entre los 240.000 habitantes de Nagasaki para la epoca. Los escombros siguieron ardiendo toda la noche. 8500 de los 12.000 cristianos de Urakami murieron en el acto.
Sin embargo, la imagen de la Santa Virgen sobrevivió parcialmente el cataclismo. El padre Kauemon Noguchi quien era monje en un monasterio trapista en Hokkaido la volvió a encontrar y relata el evento en los términos siguientes: “La Santa Virgen, en su extrema bondad, me permitió volver a encontrarla”. El estaba profundamente conmocionado por esto y contaba la historia tanto por carta como de viva voz.
El padre Noguchi había nacido en Urakami y cuando era niño rezaba con frecuencia frente a la bellísima estatua de la Virgen que se encontraba en lo alto del altar de la catedral. Al dejar su casa y el mundo seglar a la edad de 14 años para entregar su vida al monasterio, recordó muy bien la impresión que la bellísima estatua de la Virgen le había dejado y fue a rezar una última vez frente a ella antes de partir para el monasterio. La noticia de la explosión de la bomba atómica llegó cuando él estaba todavía en el ejército porque en estos tiempos de guerra, ni los monjes estaban exentos del servicio militar. Tan rápido como fue dado de baja en el ejército, decidió regresar una vez a su pueblo natal antes de ir al monasterio. El estado en el cual encontró el lugar donde había pasado su infancia lo conmovió mas allá de toda descripción y él se dispuso a buscar en los escombros algún objeto que pudiese servirle de recuerdo de tan devastadora tragedia. Como no encontraba nada se sentó en una piedra para descansar un poco y en este momento vio la cara de Santa María que aparecía en medio de los escombros. El padre Noguchi no podía tener la menor duda. Era la cara de la Virgen que venía consolarlo en su soledad. Estupefacto el murmuro: ¡Es Santa María! “y con profunda emoción la sacó de los escombros y la apretó contra su pecho. El padre Noguchi, llevó la Santa Imagen a su monasterio en Hokkaido y durante los 30 años siguientes no dejó pasar un solo día sin rezarle fervorosamente.
En el treintavo aniversario de la caída de la bomba atómica la estatua fue devuelta a Nagasaki y su cuidado fue confiado a la universidad católica del “Corazón Puro”. En 1990 fue exhibida en la entrada de la nueva sala de reuniones adyacente a la catedral y cuya construcción acababa de ser terminada. Finalmente, en el otoño del año 2000 llegó al lugar donde ahora se encuentra, es decir, en la capilla a la derecha de la nave central de la catedral.

El mensaje de la “Virgen Bombardeada”

Cuando Jesús estaba muriendo en la cruz para expiar los pecados de la humanidad, María, su madre, sobrellevando su dolor, quedó a su lado, un hecho celebrado en el célebre “Stabat Mater”. Durante los largos años en los cuales los cristianos de Urakami sufrieron en silencio las persecuciones, ellos dirigían sus plegarias a la Santa Virgen para buscar consuelo y perdón por sus pecados.
La Virgen Bombardeada de Nagasaki es el símbolo del sufrimiento del pueblo de Nagasaki confrontado con la tragedia de la bomba atómica y del consuelo que provee la Santa Virgen que siempre estuvo a su lado en las horas sombrías de los indecibles sufrimientos cuya magnitud era desconocida de la humanidad hasta este entonces.
Esta estatua de la Virgen viajó dos veces al exterior. La primera fue a la exposición por la Paz que tuvo lugar en el Vaticano en 1985 y la segundo vez fue a Minsk para una exposición para las víctimas de la tragedia de Chernóbil en Bellaruss. Los habitantes de la ciudad de Minsk en Bellaruss habían oído la singular historia de la “Virgen Bombardeada” de Urakami y habían pedido su presencia en esta circunstancia. En esta ocasión el padre Mimura, párroco de Urakami, decidió viajar a Minsk personalmente para acompañar la Santa Imagen y así poder dirigir sus plegarias a la Virgen en esta ciudad, acompañado de los fieles del lugar.
En el momento preciso en el cual la comisión estaba a punto de embarcar para este viaje, Erika Colon Miki, miembro de la Camerata Kobe, pasaba por la catedral de Urakami en el trayecto de un peregrinaje personal que ella estaba efectuando por las iglesias de la región. Ella se conmovió profundamente a la vista de la imagen de la “Virgen Bombardeada” y más aún cuando oyó la singular historia que la acompañaba. Desde este momento esta profunda impresión no la abandonó jamás.
Tiempo después, una noche de abril, ella soñó que había pedido a su padre, quien es compositor, de escribir un Ave María para ella. Cual no fue su sorpresa cuando la mañana siguiente recibió una llamada de su padre, quien ignoraba todo del sueño que ella había tenido, para anunciarle que había compuesto un Ave María para ella y que se lo estaba enviando. Cuando vió la partitura comprendió de inmediato que era exactamente lo que convenía como homenaje a la “Virgen Bombardeada”. Casi exactamente un año después de su primera visita a la catedral de Urakami estrenó en la misma esta nueva obra acompañada por el Coro de la Camerata Kobe. La obra es una plegaria a Santa María para la redención de los crímenes y pecados de la humanidad quien ignorante del infinito amor de la Virgen sigue siendo la causa de sus propios sufrimientos.
Desde el momento en el cual esta obra fue estrenada forma parte del patrimonio cultural de la catedral de Urakami y comparte con la Santa Imagen de la Virgen la misión de transmitir al mundo que no estamos nunca solos en nuestros sufrimientos y la Santa Virgen nos acompaña siempre aún en los momentos más crueles y sufridos de nuestra vida.